Y me bajé apenas... llena de cosas, con suerte la puerta del auto quedó bien cerrada… Y es que la cantidad de papeles que andaba trayendo eran dignas de la clásica oficinista que tipo 9 de la mañana recorre todo su lugar de trabajo repartiendo quien sabe cual memo.Y caminé, para cruzar el paso de cebra que está justo al frente de mi lugar de trabajo, todo iba bien, excepto por el hecho de que no me fijé que mi cuaderno (lleno de papeles dentro) lo tomé justamente al revés. Se detiene un taxi justo frente mío, camino rápido, empinada en los tacos que todavía no siento como míos, aunque trato de aparentar lo contrario. Es así como se me cae el cuaderno en el pavimento, volando los mil papeles que éste contenía y dejándome con cientos de papeles que recoger y con sólo dos manos. Los segundos pasaban y al parecer asomó Carreño: cuando quieres que las cosas sucedan como quieres, justo ocurren de la manera contraria.Y empecé a recoger todo… con una mano sujeto mis cuadernos, con la otra no suelto las llaves de mi auto mientras empiezo a recoger cada papel desparramado en el suelo. Por otro lado, mi codo pegado a mi cuerpo impide que aquella diminuta cartera esté a punto de caer (será muy linda, pero para ser sincera, tiene bien poca utilidad: no me cabe absolutamente nada). Entonces pasó lo peor: cada papel que recogía se me volvía a caer. En cualquier situación similar paso inadvertida... pero esto duró demasiado: pasaban los minutos y yo seguía recogiendo papeles. Ya no estaba solamente el taxi detenido, sino que atrás una camioneta y de reojo, vi que se acercaba un tercer auto. Menos mal pude recuperarme de mi mala suerte, no sin antes haber sacado de sus casillas al pobre taxista que, ya desesperado por mi demora, optó por pasar justo a mi lado, quien sabe con qué ganas, si de gritarme algo o reírse de la situación...
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Uff sufrí con tu relato... me lo pude imaginar perfectamente.
Me gusta como escribes tb.
saludos