Se organiza rápidamente todo. Vas a tu habitación a arreglarte. Tienes ganas. Te marketeas como nunca antes de llegar. Sabes a lo que vas, conoces lo fácil y entretenido que es el juego. Llegas con tus amigos. El lugar es bullicioso en extremo. Humo, sudor y alcohol. Te mueves rápidamente entre la gente hasta que encuentras un lugar para detenerte un rato. Miras a la gente a los ojos... hay que estar atento, el contacto visual es lo primero. Se parte con una invitación a bailar y en una milésima de segundo eliges qué carne te entretendrá por lo menos lo que dure una canción. Durante ese periodo, vas evaluando, mientras te enteras de los datos del otro (nombre, ocupación, dónde vive, si viene a menudo, etc.) y piensas... ¿otra canción más?. Bueno ya. Y sigues... te empieza a parecer interesante, coqueteas y sonríes. Tal vez sigas bailando, tal vez se sienten a conversar. Compartes un cigarro, luego un trago. Pasa el rato. Ok, te quedas. Luego, te vas. Inventas una excusa para alejarte un rato, si se encuentran después, ahí verán. Estás jugando al "tira y afloja", quién te lo impide. Y ves a lo lejos, observas (o te observan, quién sabe). Se encuentran nuevamente. Bailan y se ríen mientras siguen el coqueteo eterno, todo esto incitado por el alcohol. Lo que pase después depende del caso. La despedida... se hizo tarde. Con gestos reúnes a aquellos con los que inicialmente apareciste en este "mercado de la carne", mientras le avisas al otro que te vas. Se piden números de teléfono (a veces se dan equivocados) o emails. Y listo. Siempre sales con la sensación de "ahí veremos qué pasa". Pocas veces enganchas. Cuántas noches se enmarcan en esta historia "tipo"...
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Yo diría que así es.
Por lo menos a mí, me apesta.